Buscar

sábado, 8 de mayo de 2010

che Guevara hoy.


Que no sea la razón, quien hurgando en la memoria, busque en esta historia el hilo conductor hacia un echo razonable.
Por un azar del tiempo, o un sortilegio del destino nadie sabe, ni es el propósito de esta historia develar el suceso.

Solo se que un día lo vieron vagando por buenos aires con la mirada perdida en los altos edificios.
El también buscaba entender que habría pasado con el después del informe oficial que lo daba por muerto.
En el aturdimiento de encontrarse en una ciudad desconocida solo atino a buscarse en los periódicos.
Busco sus libros por las librerías monopolicas del centro sin suerte. no entendía del todo por que se detenían ante el Ordás de oficinistas con raros artefactos en las manos que supuso servirían para tomar fotografías.

Al rato creyó comprenderlo todo, vio su cara en la pared de un barrio humilde, quiso entablar conversación con los vecinos pero solo lo reconocían por su aspecto, creyeron de algún modo que se trataba de la aparición de un muerto, o un santo.

Aturdido por la situación solo se detuvo en una esquina cualquiera, y un murmullo de bombos y gritos lo hipnotizo lentamente llevándolo hacia una manifestación de jóvenes estudiantes.
Vio su aspecto desmejorado repetido bajo la careta de la opulencia, la barba desprolija perfumada por exóticas fragancias. la ropa que se rompe en los galpones ilegales de las grandes marcas.
Las pipas que no acogen en sus nubes ningún pensamiento.

Vio cientos de puños alzarse, pero ningún fusil, a pesar de las amenazantes consignas de los partidos.
Con algo de rabia balbuceo unas frases repetidas por todos, que sonaron como ecos en el bullicio imperante.
Dijo-en una revolución se triunfa o se muere si es verdadera- pero no era tiempo para revoluciones le dijo alguien al oído. Era tiempo de levantar banderas influidos por la efervescencia que dan las muchedumbres, nada más.

Camino toda esa noche con lagrimas en los ojos, también el se desconocía a si mismo, vio los carros de cartoneros tirados por un caballo triste, amenazado por el látigo de un niño aun mas triste y hambriento que la desafortunada bestia.

en esa pesadilla se durmió en un banco de plaza anhelando desaparecer por completo, anhelando dejar de ser el, al menos hasta que fuera su nombre la ultima frase de un joven que se ahogaba en convulsiones de sangre, sin soltar el fusil sufriendo no por el ahogo sino por no poder gritar por ultima vez, hasta la victoria siempre.


Oscar Alfredo Viñas

1 comentario:

  1. Y ni te cuento si lo hubieran visto caminando a la noche por los barrios bajísimos de las afueras de su querida Rosario, no entendiendo las "nuevas" funciones del pegamento ni entendiendo tampoco cómo podía ser que algo llamado "paco" estaba matando a sus niños desde los cinco años, ¿no? Espectacular, Oski.

    ResponderEliminar